Tomates de Setenil de las Bodegas, Cádiz

Enclavado entre rocas y ríos, el pueblo de Setenil de las Bodegas guarda entre sus calles encaladas y sus casas excavadas en la piedra uno de sus tesoros más humildes pero más sabrosos: el tomate. En esta tierra gaditana, bendecida por un microclima especial y regada por las aguas del Guadalporcún, se cultivan tomates que no conocen de prisas ni de artificios. Son frutos que nacen del esmero de la tierra y del cuidado de quienes la trabajan con manos sabias, siguiendo el ritmo pausado de las estaciones.
Los tomates de Setenil no necesitan presentación ostentosa. Su piel tersa y su carne jugosa hablan por sí solas. Al partirlos, liberan un aroma profundo, casi dulce, que recuerda al sol del mediodía y al frescor de las huertas bien regadas. En la gastronomía del lugar, estos tomates se convierten en protagonistas sencillos de platos que no buscan disfrazar sabores, sino ensalzarlos. Una ensalada con aceite de oliva virgen extra, un poco de sal y pan moreno es suficiente para entender por qué son tan apreciados. También son la base perfecta para un gazpacho que sabe a verano andaluz, o para un salmorejo que abraza el paladar con su textura y su frescura.
Más allá de la mesa, el tomate de Setenil representa una forma de vida: la de los pueblos que cultivan sus propios alimentos, que conservan lo auténtico y celebran lo natural. Así, cada tomate se convierte en un pequeño homenaje al paisaje, a la tradición y al sabor de lo bien hecho. Porque en Setenil, incluso lo más humilde puede ser extraordinario.