El lago de Bauxita de Otranto

En el corazón silencioso de Otranto, donde la historia antigua se encuentra con los susurros del viento salino del Adriático, se esconde un lugar que parece surgido de un sueño: el Lago de Bauxita. No es un lago cualquiera, sino un espejo de agua esmeralda encajado en un cráter de tierra roja intensa, como si la tierra hubiera sangrado color para pintar su propio corazón.
Antiguamente fue una mina, herida abierta por el trabajo del hombre. Pero la naturaleza, con su paciencia infinita, la transformó en poesía. Hoy, el lago reposa sereno entre paredes de óxido y arcilla, envuelto por el verde que regresa siempre, como un suspiro de vida sobre lo que una vez fue extracción. El contraste es tan profundo que parece irreal: el rojo encendido de la tierra, el verde eléctrico del agua rica en minerales, el azul limpio del cielo apuliano. Un cuadro sin marco, suspendido entre lo salvaje y lo sagrado.
Caminar hasta allí es como entrar en otro mundo. El silencio pesa distinto. La luz acaricia la piel con más dulzura. El aire tiene algo de misterio. Algunos lo llaman "el Cañón del Sur de Italia", pero otros simplemente lo sienten como un lugar que guarda secretos. Un santuario escondido donde la tierra, incluso en sus cicatrices, encuentra la forma de ser bella.